Alumbró con su linterna al interior de la camioneta y ordenó: hágase para este lado, ¿de dónde vienen?, ¿a dónde van?, ¿qué traen en la cajuela?
This is Mexico
Mónica Pérez Taylor
9 Ago. 08
MURAL/REFORMA
Para Agustín del Castillo, periodista ambiental de Público/Milenio, por haber ganado el Premio para América Latina de REUTERS-UICN
Pasaba de la media noche del sábado 24 de mayo. Nos detuvieron en un retén: "Bájese y muéstreme sus papeles", dijo el que mandaba, mientras los otros cinco gorilas, con ojos inyectados en sangre, revisaban el interior de nuestra camioneta. Todo en orden, hasta que un policía exclamó: "-¡pero qué barbaridad!, trae usted su licencia vencida: lo lamentamos, pero aquí, en el Estado de México, nos tenemos que llevar el vehículo. "-P...pe...pero...". -"Si quiere ahorita mismo le traigo el reglamento de tránsito".
"-Oiga, suplicó Jorge, vengo con la familia, mire la hora que es y vamos a celebrar el cumpleaños de mi suegra en Cuernavaca. Háganos un favor y déjenos ir". "-Pues precisamente, vamos arreglándonos, por el bien de su familia, porque de aquí nos lo llevamos detenido junto con el vehículo y a ver qué hacen sus familiares, porque a esta hora ni camiones ni taxis pasan por aquí y que se me hace que ni llegan a la fiesta".
Se trataba de un falso retén, como el que secuestró al joven Martí. Eran seis bestias camufladas, protegidas del intenso frío con gruesas chamarras, guantes y pasamontañas, armados hasta los dientes y en dos apantallantes pick-ups. Era la Policía del Estado de México.
Dentro de la camioneta dilucidábamos: "-¿cuánto creen que nos saquen? -Unos mil pesos. -No, hombre, de menos unos 4 mil. -Hay que anotar los números de las patrullas. -Pero es que no se ven -¿Y si les tomamos fotos? -¡Nooo! -¿Cuánto dinero traes? -¿Y si te bajas a ver qué discuten? -¡Nooo!".
Estábamos aterrados y al pendiente de cómo montoneaban estos uniformados a Jorge, quien temblaba de frío y de impotencia. Mejor se puso de modo. Nos extorsionaron, pero logramos salir íntegros y con suficiente dinero para continuar el viaje. "-This is Mexico", exclamó mi hija a su novio estadounidense. ¡Qué vergüenza! y ¡qué miedo!
En este país nadie está a salvo. Ni los hijos de prominentes empresarios con todo y su carísimo blindaje y protección ni la gente común y corriente. La espiral de violencia gira y gira hacia el abismo y no habrá fin a la inseguridad ni a la corrupción mientras no logremos derrotar tanto cinismo e impunidad.
México es el paraíso de la delincuencia organizada, bien representada en toda la estructura institucional. Las cárceles se llenan de pobres y de tontos, mientras los criminales de saco y corbata han tomado las riendas del País. La OEA asegura que la mitad de los Municipios en México están tomados por el narco. Y el 30 por ciento de la tierra cultivable, también. Creo que se quedan cortos.
En la masacre de seis personas ocurrida en Ciudad Guzmán ejecutaron a dos hermanitas de 7 y 8 años, pero no merecieron condolencias ni desplegados, pues resultó más rentable mediática y políticamente el caso Martí. ¿Está consciente la familia Martí que Calderón está sacando raja política de su horrible tragedia?
Ni modo, diría Calderón, les advertí que habría muchas muertes en mi guerra contra el narco. Claro, hasta que la víctima es hijo de un influyente y respetado empresario es que la sociedad pone el grito en el cielo. Calderón fue a presentar sus condolencias a la oligarquía y omitió mencionar que, "aunque no lo parezca, le vamos ganando la guerra al crimen organizado", porque ahí sí lo linchan.
El joven Martí es uno más de los miles de muertos inocentes de esta inútil guerra, pues desde que Calderón llegó malamente al poder el secuestro se ha incrementado en 60 por ciento, y el primer lugar lo ostenta el Estado de México. ¿Qué tal que en el velorio donde se reunían los dueños de México hubiera mencionado las otras miles de vidas inocentes perdidas y diera a la tragedia su justa dimensión? Como una especie de homenaje a tantos mártires anónimos, sobre todo los niños y las niñas como Fernando Martí. Calderón siempre tuvo las manos sucias, pero ahora las tiene llenas de sangre.
Tenemos el deber de mencionar a los otros menores de edad caídos en esta guerra -una guerra civil, la define la ex Canciller Olga Pellicer- y por los que tampoco nadie se conduele: 8 menores asesinados en la segunda semana de julio, lo que suma cerca de 70 niños y niñas inocentes caídos en el fuego cruzado de esta guerra que, como vemos, sólo beneficia al crimen organizado.
Pienso que los mexicanos ya estamos secuestrados en nuestro propio país. Somos rehenes de una mafia disfrazada de "gente bien".
"-Me felicita a su suegra", nos dijo un tipo del retén antes de dejarnos ir.
Estoy segura que con el dinero que nos robaron se fueron al burdel y a consumir más alcohol y drogas. Yes. This is Mexico.
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