Por Sam Fouilloux
Aquel método tan utilizado por los emperadores romanos para apaciguar al pueblo dándoles "Pan y Circo" continua vigente hasta nuestros días y tan efectivo en su versión a la mexicana, que no deja de merecer un reconocimiento por su efecto adormecedor y de júbilo nacional para todos.
El día de hoy, en pocas horas, habrá un encuentro de futbol entre la politizada selección nacional mexicana y el equipo del vecino país del norte, "socio comercial" y "amigou" desde siempre de nosotros, Estados Unidos. ¿Quién ganará el día de hoy?, no importa en lo absoluto. La capacidad de los equipos, las estrategias de los entrenadores y el resultado final, aún si nos favorece, no significarán superioridad alguna sobre Estado Unidos y, lo que es peor, ni siquiera que comience un trato de respeto hacia nuestra soberanía. ¿Cuál sería entonces la ganancia real para nosotros si el equipo nacional gana hoy?; ante una posible victoria, si el desenlace no es "chueco", lo único que se ganará es que la economía se reactive momentáneamente, puesto que en pocas horas los restaurantes y bares se verán colmados de aficionados “nacionalistas” que inflamarán de orgullo su pecho, al calor de unas chelas, ante la actuación de la selección mexicana, la cual, como la misma Iglesia, Santa Claus o los Reyes Magos, se sostiene por pura fe en el corazón de los inocentes.
¡Vitoreemos a nuestro equipo, compartamos la pasión del futbol! No hay que ser antisociales, ni amargados. La crisis financiera, el desempleo masivo, la deserción de las escuelas, la falta de oportunidad para los jóvenes, la militarización del país, el narco, los abusos a los derechos humanos y el reciente anuncio por el Secretario de la Hacienda Pública, Agustín Carstens, de que subirán los impuestos y se adquirirá más deuda para el 2010 porque el país está en shock financiero, se pueden olvidar mientras dura el juego y, si ganamos, la visita obligada al Ángel de la Independencia, el embrutecimiento por el alcohol ingerido y los días posteriores al triunfo llenos de felicidad y orgullo nacional, también nos harán olvidarnos de todos estos hechos y más. Total, ante un triunfo de la selección mexicana se pueden perdonar y omitir ciertos “errorcillos minúsculos”, inducidos o accidentales, en la conducción del país por un grupo de usurpadores.
El espectáculo embebe y, como anestesia, hace que la gente pierda la conciencia. El circo de las próximas horas será, sin duda, el mejor remedio para la inconformidad y la pobreza del pueblo y para que aguantemos, asiéndonos de ídolos futboleros fabricados, la dureza que se viene en lo económico y en lo social.
Sin embargo, a diferencia de los emperadores romanos que durante el Circo repartían pan a la muchedumbre para tenerla contenta, en nuestro sufrido país la única certeza es que cada día habrá menos pan que ofrecer al pueblo y menos holgura en nuestros bolsillos. ¡Que comience el circo!
Aquel método tan utilizado por los emperadores romanos para apaciguar al pueblo dándoles "Pan y Circo" continua vigente hasta nuestros días y tan efectivo en su versión a la mexicana, que no deja de merecer un reconocimiento por su efecto adormecedor y de júbilo nacional para todos.
El día de hoy, en pocas horas, habrá un encuentro de futbol entre la politizada selección nacional mexicana y el equipo del vecino país del norte, "socio comercial" y "amigou" desde siempre de nosotros, Estados Unidos. ¿Quién ganará el día de hoy?, no importa en lo absoluto. La capacidad de los equipos, las estrategias de los entrenadores y el resultado final, aún si nos favorece, no significarán superioridad alguna sobre Estado Unidos y, lo que es peor, ni siquiera que comience un trato de respeto hacia nuestra soberanía. ¿Cuál sería entonces la ganancia real para nosotros si el equipo nacional gana hoy?; ante una posible victoria, si el desenlace no es "chueco", lo único que se ganará es que la economía se reactive momentáneamente, puesto que en pocas horas los restaurantes y bares se verán colmados de aficionados “nacionalistas” que inflamarán de orgullo su pecho, al calor de unas chelas, ante la actuación de la selección mexicana, la cual, como la misma Iglesia, Santa Claus o los Reyes Magos, se sostiene por pura fe en el corazón de los inocentes.
¡Vitoreemos a nuestro equipo, compartamos la pasión del futbol! No hay que ser antisociales, ni amargados. La crisis financiera, el desempleo masivo, la deserción de las escuelas, la falta de oportunidad para los jóvenes, la militarización del país, el narco, los abusos a los derechos humanos y el reciente anuncio por el Secretario de la Hacienda Pública, Agustín Carstens, de que subirán los impuestos y se adquirirá más deuda para el 2010 porque el país está en shock financiero, se pueden olvidar mientras dura el juego y, si ganamos, la visita obligada al Ángel de la Independencia, el embrutecimiento por el alcohol ingerido y los días posteriores al triunfo llenos de felicidad y orgullo nacional, también nos harán olvidarnos de todos estos hechos y más. Total, ante un triunfo de la selección mexicana se pueden perdonar y omitir ciertos “errorcillos minúsculos”, inducidos o accidentales, en la conducción del país por un grupo de usurpadores.
El espectáculo embebe y, como anestesia, hace que la gente pierda la conciencia. El circo de las próximas horas será, sin duda, el mejor remedio para la inconformidad y la pobreza del pueblo y para que aguantemos, asiéndonos de ídolos futboleros fabricados, la dureza que se viene en lo económico y en lo social.
Sin embargo, a diferencia de los emperadores romanos que durante el Circo repartían pan a la muchedumbre para tenerla contenta, en nuestro sufrido país la única certeza es que cada día habrá menos pan que ofrecer al pueblo y menos holgura en nuestros bolsillos. ¡Que comience el circo!
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