Ciudad de México, 11 de enero de 2009
Servicio informativo núm. 618
http://serviciodenoticiasisa.blogspot.com
Sumario:
I. La relación entre Estados Unidos y México debe fincarse en la cooperación. Carta del presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, al presidente electo de los Estados Unidos de América, Barack Obama
II. El flojo y el mezquino recorrerán más de tres veces el camino, por Mario Di Costanzo
III. Altos costos de la atención médica, ganancias de la gran empresa, por Asa Cristina Laurell
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LA RELACIÓN ENTRE Estados Unidos y México debe fincarse en la cooperación
Carta del presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, al presidente electo de los Estados Unidos de América, Barack Obama
Barack Obama, Presidente Electo de los Estados Unidos de América.
Ciudadano presidente electo:
El lunes próximo tendrá usted una entrevista con nuestro compatriota Felipe Calderón, quien se ostenta como presidente de México. Este ciudadano ocupa dicho cargo como resultado de un gran fraude electoral, orquestado por un grupo mafioso de traficantes de influencias y políticos corruptos.
En nuestro país existe una República aparente, simulada, falsa; hay Poderes Constitucionales, pero en los hechos un grupo ha confiscado todos los Poderes. Esta especie de dictadura encubierta no sólo ha nulificado la vida democrática, sino que ha causado una infame desigualdad económica y social. Aunque cruda, ésta es la realidad: en México, la riqueza de unos (pocos) se ha edificado con la miseria de otros (muchos).
Pero independientemente de esta penosa circunstancia, que los mexicanos ya estamos enfrentando de manera soberana, el propósito principal de mi escrito es expresarle que sería un grave error poner en marcha, por parte de su futuro gobierno, una política que impida el flujo migratorio hacia Estados Unidos.
Tenga en cuenta que la política de pillaje, llamada neoliberal, impuesta en México desde hace 26 años, ha devastado la actividad productiva, ha impedido el crecimiento económico y la generación de empleos, y esto ha llevado a que millones de mexicanos (más de 500 mil por año) se vean en la necesidad de emigrar, arriesgándolo todo, en busca de oportunidades que mitiguen su hambre y su pobreza.
Como usted comprenderá, después de un largo periodo sin crecimiento económico, si no fuese por el fenómeno migratorio, ya hubiese habido un estallido social en México. En consecuencia, es indispensable que la relación entre los dos países se finque en la cooperación y no en el uso de medidas coercitivas. La solución al problema migratorio no se encuentra en la construcción de muros ni en la militarización de la frontera, sino en el desarrollo económico y social de México.
Asimismo, esperamos que de manera congruente con sus repetidos compromisos de campaña, ponga en práctica un plan para solucionar la situación migratoria de los mexicanos que viven y trabajan en su país. Estoy seguro de que tendrá la virtud y la suerte para responder a las grandes expectativas que ha despertado entre su pueblo y el nuestro.
Atentamente:
Andrés Manuel López Obrador,
Presidente Legítimo de México.
Altar, Sonora, a 10 de enero de 2008
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El flojo y el mezquino recorrerán más de tres veces el camino
por Mario Di Costanzo, secretario de la Hacienda Pública del gobierno legítimo de México
(publicado en La Jornada el 11 de enero de 2009)
Por tercera vez en menos de un año, el llamado gobierno de la “estabilidad y el empleo” ha anunciado una serie de medidas que supuestamente ayudarán a la economía a superar la tremenda crisis que golpea y daña la planta productiva del país y la economía de las familias.
Para ello, sólo basta recordar que el 3 de marzo del año pasado Felipe Calderón anunció 10 medidas a las que bautizó Programa de Apoyo a la Economía y que supuestamente permitiría que la economía mexicana superara las graves consecuencias que tendría para nosotros el deterioro de la actividad económica en Estados Unidos.
En dicho plan se incluyeron descuentos tanto en los pagos del impuesto sobre la renta (ISR) como en los del impuesto empresarial a tasa única (IETU); se habló también de otro tipo de “estímulos fiscales”, entre los que se mencionaron descuentos a las aportaciones patrimoniales del Seguro Social y descuentos a las tarifas eléctricas.
También se anunció una bolsa de 60 mil millones de pesos para apoyar a las pequeñas y medianas empresas e inversiones públicas adicionales por 40 mil millones de pesos, derivadas del Fondo Nacional de Infraestructura, así como un apoyo de 650 millones de pesos para el Sistema Nacional de Empleo.
Con respecto a este plan, en mi colaboración del 8 de marzo, titulada No que no tronabas pistolita, advertí entre otras cosas que sus 10 acciones resultarían absolutamente insuficientes para cumplir con sus objetivos y que la situación económica era mucho más grave de lo que hasta en ese momento había señalado el propio Agustín Carstens.
Señalé que Felipe Calderón debió haber propuesto un agresivo programa de desarrollo de infraestructura en municipios de alta marginación para contribuir a la generación de empleos.
Fue evidente que el Programa de Apoyo a la Economía, anunciado con bombo y platillo, resultó absolutamente inútil y la economía de las empresas y de las familias aceleró su deterioro.
Tan así fue, que el 8 de octubre del año pasado, y en medio de la debacle económica mundial, Felipe Calderón anunció su segundo plan, el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo (PICE), el cual gracias a sus inconsistencias, inoperancia y falta de congruencia en cuanto al entorno económico que proyectaba, originó, entre otras cosas, la incertidumbre que dio paso al ataque especulativo contra el peso, que culminó con la devaluación de nuestra moneda y la pérdida de más de 15 mil millones de dólares de nuestras reservas internacionales.
Sin embargo lo verdaderamente paradójico es que durante su presentación Agustín Carstens señaló: “Si bien la economía mexicana presenta condiciones estructurales sólidas y el sistema financiero no constituye un canal de contagio, el gobierno federal pone en marcha el PlCE como una respuesta oportuna y efectiva para apuntalar aún más la actividad económica en nuestro país”. Cabe recordar que a decir del propio Carstens, el PICE involucraba una bolsa por más de 255 mil millones de pesos para reactivar la economía.
Así, el pasado 7 de enero, Felipe Calderón nuevamente anunció 25 medidas a las que llamó Acuerdo Nacional en favor de la Economía y el Empleo, que son demagógicas, absurdas y resultarán insuficientes para enfrentar la crisis en la que estamos inmersos, entre otras por las siguientes razones:
La estrategia sólo congela el precio de las gasolinas, pero en un nivel en el que actualmente superan por mucho al que existe en otros países del mundo; la estrategia no plantea la reducción, ni tampoco el congelamiento del precio del diesel que es utilizado por muchos sectores productivos, como es el caso de la pesca o de los productores agropecuarios, y mucho menos de los precios de los principales artículos de consumo de la canasta básica, más aún cuando muchos de ellos han registrado incrementos superiores al ciento por ciento.
El acuerdo no otorga un incremento emergente al salario mínimo que restituya el poder adquisitivo del mismo y el cual mínimamente debía de ser de entre 12 y 15 por ciento. Se anuncian una serie de “incentivos fiscales” para que las empresas no despidan personal; sin embargo, mantiene la aplicación del impuesto empresarial a tasa única (IETU), aún cuando este impuesto tiene un fuerte sesgo contra el empleo.
Es decir, que mientras que en la mayoría de los países del mundo se buscado disminuir la carga fiscal, en el caso del programa calderonista la tasa del IETU se incrementó 0.5 por ciento.
Se busca ampliar la capacidad de retiro del fondo de ahorro de los trabajadores en caso de despido, lo que pone aún en un mayor riesgo sus pensiones futuras, esto en otras palabras implica que el costo de este apoyo a los trabajadores será con cargo a sus respectivas pensiones para su retiro.
Se deja a un lado el problema de la cartera vencida de los deudores tanto de tarjetas de crédito como hipotecarios, como es el caso del Infonavit. Conviene señalar que la única manera de caer en cartera vencida en el Infonavit es mediante la pérdida del empleo.
Resulta contradictorio e ineficiente que por un lado se han disminuido “unilateralmente” los aranceles para la importación de productos provenientes de países con los que no tenemos acuerdos comerciales, dañando enormemente a la planta productiva nacional y al empleo, y por otro lado se “establezcan incentivos fiscales” para tratar de proteger al empleo.
Se dice que Nafin y Bancomext incrementarán en 21 por ciento sus apoyos a las pequeñas y medianas empresas, pero no se hace nada para bajar las tasa de interés que convierten en prohibitivos estos apoyos.
Y de los recursos que involucra el acuerdo, que según Carstens son 120 mil millones de pesos, mejor ni hablamos porque ya no sabemos de dónde están sacando tanto dinero para financiar programas que no han servido para nada; y por ello digo que el flojo y el mezquino recorrerán más de tres veces el camino.
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Altos costos de la atención médica, ganancias de la gran empresa
por Asa Cristina Laurell, secretaria de Salud del gobierno legítimo de México
(publicado en La Jornada el 10 de enero de 2009)
Se repite con mucha frecuencia que la atención médica se encarece cada día más por los “avances de la ciencia” y, por tanto, difícilmente puede ser proporcionado a todos. Esta afirmación se considera una verdad categórica y justifica el surgimiento de la economía de la salud como una rama importante de las “ciencias de la salud”.
Los econometristas de la salud se dedican principalmente a calcular el costo-beneficio de distintos tratamientos para determinar qué servicios incluir en los “paquetes” de atención médica a disposición de distintos grupos de la población.
Paradójicamente, el país donde más ha crecido esta econometría es en Estados Unidos, donde el incremento del gasto en salud es incontenible. Este país gastó en ese rubro 16 por ciento del producto interno bruto en 2006, o sea el doble que el resto de los países desarrollados con sistemas de cobertura médica completa para toda su población. A pesar del alto costo de la salud en Estados Unidos, 47 millones carecen de seguro de salud y 108 millones con seguro tienen una cobertura médica insuficiente. Como consecuencia, entre 18 mil (Institute of Medicine) y 100 mil (Himmelstein, Universidad de Harvard) personas mueren al año por falta de atención adecuada. Los principales orígenes de este enorme gasto son los medicamentos, el equipo médico sofisticado y los seguros privados de salud.
Esta situación es muy conocida, pero ha sido imposible de resolver por las presiones políticas del “complejo médico-industrial”, que ha ganado sobre la opinión pública, la cual clama por un seguro público y universal. Según Vicente Navarro (Universidad de Johns Hopkins), 65 por ciento de la población general y 59 por ciento de los médicos apoyan ésa propuesta.
¿Por qué son estos “avances científicos” tan caros? Empecemos por los medicamentos.
En 2007 la industria farmacéutica tuvo ganancias de 49 mil millones de dólares (539 mil millones de pesos) o 1.7 veces del gasto público y privado en salud de México. Los mecanismos usados por esta industria para mantener sus ganancias son múltiples: inflan sus precios artificialmente, en particular antes de que expire una patente; lanzan al mercado productos sin ventajas sobre los existentes; pagan los “ensayos clínicos” de sus nuevos productos, lo que tiende a sesgar los resultados en favor del productor; gastan enormes cantidades en promoción de sus productos (por ejemplo, 29.9 mil millones de dólares en Estados Unidos) con publicidad televisiva y para los médicos; cabildean ante los gobiernos y en los parlamentos para frenar la legislación considerada contraria a sus intereses o para ganar el apoyo de nuevos tratamientos (por ejemplo, vacunas); usaron su poder para incluir el Acuerdo sobre Comercio de Propiedad Intelectual en el contexto de la Organización Mundial de Comercio, etcétera.
Estas prácticas no tienen beneficios para la población, por el contrario, es el origen, no sólo del costo artificialmente alto de los medicamentos, sino también de los daños a la salud colectiva e individual. Los dos ejemplos más conocidos son los efectos secundarios, incluso mortales, de algunos medicamentos y la creciente resistencia de bacterias y virus contra los antimicrobianos.
El problema es de fondo, porque en vez de concebir al medicamento como componente terapéutico necesario y útil de la atención médica se ha convertido en una mercancía que genera altas ganancias y encarece la atención.
La industria del equipamiento médico va por el mismo camino. Ciertamente se ha dado un avance tecnológico importante durante las décadas recientes, con innovaciones diagnósticas y terapéuticas. No obstante, la carrera innovadora en este campo, frecuentemente en manos de capital de riesgo, a menudo no añade capacidad diagnóstica ni terapéutica a la atención. Tan es así, que muchos países han introducido los Certificados de Necesidad para comprar nueva tecnología en instituciones de salud, por ejemplo Estados Unidos y México. Sin embargo, esta industria ha inventado nuevos mecanismos para vender sus productos a semejanza de la industria farmacéutica. Uno de ellos es subrogar el servicio a los hospitales con equipo e insumos, o promover el establecimiento de empresas comerciales independientes que vendan el servicio a pesar de que es útil en pocos casos.
Como se aprecia, los “avances científicos” no son culpables del creciente costo de la atención médica y la exclusión de muchos de sus beneficios. Es el uso de la ciencia para fines de negocios y altas ganancias.
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