sábado, 30 de agosto de 2008

¿Veladoras contra la inseguridad pública o contra López Obrador?

Jaime Avilés
jamastu@gmail.com

*■ ¿Veladoras contra la inseguridad pública o contra López Obrador?*

A Felipe Calderón se le fue el país de las manos. Hay 16 millones de
desempleados, la inflación es la más alta de los últimos 12 años y las
bandas del narcotráfico hoy controlan importantes ciudades y regiones, de
Chihuahua a Yucatán, dejando una estela de cadáveres, matanzas a la luz del
día, ataques a instalaciones militares, cuerpos decapitados, secuestros y
venta de protección a incontables negocios, desde inocentes taquerías hasta
ruidosos tugurios de *table-dance.*

Todo el mundo lo dice, lo sabe, lo palpa: este pequeño "gobierno", que no
fue sino una caricatura sin chiste ni gracia, desapareció entre las patas de
los caballos, la falta de profesionalismo, la improvisación, la suma de
complicidades y la carencia absoluta de un proyecto nacional. Peor todavía,
los terribles problemas que ha causado se agravarán más, y más, y más,
mientras la sociedad no lo remplace. ¿Cómo llegamos a tal situación de
desastre?

En el principio, sobre las ruinas del modelo socialdemócrata del viejo PRI,
nos obligaron a beber las medicinas "amargas pero necesarias" del Fondo
Monetario Internacional. Miguel de la Madrid sacó a remate las mil 100
empresas que formaban el patrimonio de la nación. Salinas de Gortari consumó
la subasta. Ernesto Zedillo vendió los últimos ferrocarriles y la firma
estadunidense que se los compró lo nombró gerente para que los administrara.

El saqueo pronto se reflejó en la estadística: en 1996, el Banco de México
reportó que 75 por ciento del dinero depositado en los bancos del país
estaba en manos de 2.5 por ciento de los "ahorradores", mientras el restante
se lo disputaban 97.5 por ciento de los cuentahabientes. En 15 años, el
neoliberalismo produjo una concentración de riqueza tan injusta como la que
existió aquí durante el virreinato.

Cuando un grupúsculo de ricachones se adueñó de casi todas las empresas del
Estado –con excepción de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal
de Electricidad–, Salinas "arregló" la Constitución para que Vicente Fox
pudiera ser presidente de la República. Un sexenio más tarde Zedillo hundió
al PRI para que Fox ganara las elecciones presidenciales y, gracias a ambos,
el ranchero salvaje de Guanajuato encabezó "un gobierno de empresarios por
empresarios para empresarios".

Entre 2001 y 2006 –de acuerdo con datos oficiales de la Auditoría Superior
de la Federación–, Fox "devolvió" a los 50 mayores empresarios del país 604
mil millones de pesos, suma idéntica a la que esos magnates en conjunto
pagaron al fisco por concepto de impuestos en el mismo periodo. Éstos no
dudaron en respaldar a Fox cuando trató de encarcelar a Andrés Manuel López
Obrador en 2005, ni en bendecir el fraude electoral de 2006; sabían que el
eventual triunfo del tabasqueño les quitaría tan abusivo privilegio.

Conmovido por la adhesión "espontánea" que le manifestaron en aquellos
momentos difíciles, Calderón mantuvo la política foxista de no cobrarles
impuestos a los más ricos: en el primer semestre de 2008 ya les devolvió 93
mil millones de pesos por concepto de "incentivos fiscales". Huelga decir
que tanto los 604 mil millones de pesos que Fox le robó a la nación para
agasajar a sus cómplices, como los 93 mil que acaba de dilapidar Calderón,
provienen de las ventas excedentes del petróleo, es decir, del dinero no
presupuestado ni comprometido para su gasto que Pemex recibió gracias al
aumento constante del precio de los hidrocarburos.

Por no haber invertido esos recursos en obras productivas, creación de
empleos y desarrollo de infraestructura, Fox y Calderón son responsables de
que México registre el crecimiento económico más bajo de América Latina,
inferior incluso al de Haití, que es una de las naciones más pobres del
mundo. Si la ultraderecha panista, en lugar de robarse los 700 mil millones
de pesos que Pemex captó por las ventas excedentes de petróleo entre 2001 y
2007, hubiera multiplicado las fuentes de trabajo, fortalecido el campo,
modernizado los sistemas educativo y de salud, intensificado la
investigación científica y tecnológica y construido las refinerías que
faltan para reducir la importación de combustible, nuestro país tendría
tasas de crecimiento cercanas a 8 por ciento anual, similares a las de
Brasil y Argentina, sólo por debajo de la de Venezuela. Pero no.

Todo fue a dar a las manos de unos cuantos, mientras la miseria y la falta
de horizontes empujaban a millones a emigrar a Estados Unidos y la economía
paralela de la droga absorbía a cientos de miles de jóvenes del campo, a la
periferia de las ciudades y ahora también a las clases medias, que nutren
las legiones de sicarios del narcotráfico.

Esta noche, algunos de los principales beneficiarios de esta política
impulsada por los últimos presidentes –de De la Madrid a Fox– más el breve
espuriato de Calderón marcharán para repudiar la violencia del crimen
organizado y la impotencia de las autoridades. En realidad, todos los
mexicanos deberíamos acudir a esa movilización para exigir la renuncia del
gobierno federal por su incapacidad y corrupción manifiestas. Sin embargo,
la prensa identificada con esa minoría y con la ultraderecha no habla sino
de López Obrador, como si éste fuera responsable de los más de 5 mil muertos
que la descomposición del régimen *de facto* ha dejado por todo el país.

Quienes encabezan la protesta de esta noche en realidad representan los
intereses de aquellos que se benefician de la devolución de impuestos y
quieren comprar Pemex. Hace cuatro años apoyaron la intentona del desafuero;
después financiaron la campaña del odio que polarizó al país; más tarde
bendijeron el fraude electoral que en los hechos constituyó un golpe de
Estado y se burlaron del IFE violando las nuevas disposiciones que les
prohíben difundir mensajes políticos.

Ahora, usando políticamente el miedo, la angustia, el dolor y la desolación
que abruma incluso a sus propios familiares y amigos, pedirán que se
implante una especie de dictadura militar, con el Ejército en las calles y
la abolición de las garantías individuales, como medida extrema para evitar
que Calderón se caiga ante la evidente insatisfacción del pueblo.

Por lo pronto, mañana a las 10 de la mañana, en el Monumento a la
Revolución, López Obrador dará a conocer las nuevas medidas que adoptará el
Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, si el *PRIAN,* una vez
reabierto el Congreso, vuelve a intentar la privatización de Pemex. En tal
caso –millones de mexicanos lo saben– sobrevendrá un paro indefinido, con
cierre de autopistas, para evitar que nos arrebaten lo último que nos queda.

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