viernes, 8 de junio de 2007

¿QUIEN POSEE EL VALOR EN NUESTRA REPÚBLICA?

Este es el primero de una serie sobre economía.

¿QUIEN POSEE EL VALOR EN NUESTRA REPÚBLICA?

El artículo 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en 1917 promulgó la creación de la Banca Única de Emisión, “bajo control del Gobierno”. Antes de este avance, el sistema bancario previo, el porfirista, estaba basado en la “libre concurrencia de la emisión de moneda”, es decir el típico sistema feudal veneciano en el que cada banco privado emitía su propia moneda. Como anécdota de esto, los neo-liberales siempre mencionan burlonamente los llamados “bilimbiques”, que no eran sino el papel moneda que cada bando revolucionario emitía; pero pocas veces hacen referencia a que esa era una práctica común de de la banca privada de toda la época previa.

En 1925, fue creado el Banco de México, sin embargo surge con influencia casi nula sobre la economía, ya que Plutarco Elías Calles dejó en libertad a los bancos comerciales de asociarse con él o no. Siendo lo que caracterizó la crisis económica de los veintes en México, como a nivel mundial, una restricción creditica profunda y una gran escasez monetaria.

Por influencia de las política del “New Deal” de Franklin D. Roosevelt a nivel internacional, fue a partir de una serie de reformas al Banco de México durante el periodo 1931 y 1932, que se empiezan a tomar medidas contra la crisis económica tales como una revolucionaria “desmonetización del oro”, es decir, que el oro dejara de ser moneda de uso corriente, para que de esta manera se comenzara a palear la escasez de moneda, al emitirse papel moneda y obligando a los banco comerciales a asociarse al Banco de México. Fue a partir de este periodo que el Banco de México, dejó de ser un “banco privado” más, y empezó a llevar a cabo tareas de regulación de circulación monetaria, de tasas de interés y convertirse verdaderamente en un banco de bancos.

Desde que México se suscribió a los convenios de Bretton Woods en 1944, donde se acordó que rigiera un sistema de cambios fijos entre las monedas de las naciones del mundo, y a pesar de que en el intervalo hubo por breves periodos libre flotación paritaria y ajustes devaluatorios, fue hasta 1971, con el rompimiento de estos acuerdos internacionales durante el gobierno de Nixon por Shultz, que México tuvo un crecimiento físico económico neto superior al crecimiento poblacional, lo cual como corolario significa en términos sociales que las condiciones de bienestar de la población mejoraron.

Durante el periodo 1972 a 1982 esta política de impresionante desarrollo económico continuó, sin embargo, durante este periodo nos enfrentamos a un periodo de explosión de deuda causada por la desregulación y la gran especulación paritaria y de las tasas de interés que causo el rompimiento del sistema de tasas fijas de Bretton Woods. Ésto ya de por sí, demuestra la incompetencia técnica de los economistas neoliberales, pues culpan al gobierno del Presidente José López Portillo de la especulación internacional, cuando ésta no fue creada por las acciones individuales del Gobierno de Portillo, sino por el cambio del sistema financiero internacional a tasas flotantes, lo cual creó un sistema en que la especulación es favorecida y plenamente alentada, un sistema de cuyas consecuencias todavía vivimos hoy en día. Tal disasociación de la realidad sólo puede ser comparada con la que exhibió Guillermo Ortiz del Banco de México, cuando aseveró que la inflación en México casi ni existía. Esta incompetencia técnica en lo económico, tal vez sólo podría ser comparada con el cinismo en el ámbito moral y teológico en lo moral, como el que expresó Norberto Rivera en su expresión kantiana de indiferentismo moral, cuando afirmó que el “aumento en la tortilla, no afectaba al pueblo”.

Durante el periodo 1944 a 1971, en México, pero también a nivel mundial, en un periodo que algunos economistas llaman “desarrollo estabilizador”, el énfasis crediticio estaba en favorecer las actividades productivas en el campo, en la industrias y las obras de beneficio social (hospitales, escuelas, universidades, dotación de servicios como agua potable, denaje, electricidad, etc.), así como la creación de infraestructura de gran escala (ferroviaria, presas, etc.). En México, durante el periodo 1971 a 1982 este auge continua, sólo que la especulación financiera ya comenzaba a acechar a las actividades productivas inflando burbujas de deuda con las cuales ningún sistema productivo puede convivir, porque empiezan a funcionar como un parásito, adueñándose más y más de la ganancia social al formar un sistema usurero que saquea primero los rendimientos, las ganancias, y después comienza a canibalizar al sistema al impedir el proceso de reinversiones, de mantenimiento, de redistribución de las utilidades al permitírsele literalmente cada vez más y más “tomar todo”.

A partir de 1982, los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el usurpador Felipe Calderón, abiertamente neoliberales, es decir, aquéllos que favorecen abiertamente este saqueo –que ellos llaman “utilidades y rendimientos” de la inversión-, para entregárselo a accionistas, tenedores de bonos y especuladores internacionales (los dueños de la deuda), comienzan a buscar que todo mundo acepte como “lógicos” los efectos de que el sistema productivo se vea cada vez más deteriorado y hasta se les llama “cambios estructurales” de acuerdo al lenguaje del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por este deterioro en el sistema productivo entendemos el bajo nivel de salarios pagado a los trabajadores y su ulterior despido como resultado de ideologías de “recorte y ahorro” con pretexto de que se necesita garantizar competitividad, la falta de reinversión en tecnología y procesos productivos modernos en el campo y en la ciudad por proceso de “reingeniería” o más bien de “administración de la escasez”, el cierre de pequeñas y medianas empresas productivas ante las altas tasas de interés que no les permiten pagar créditos porque la “globalización marca la tendencia de la corporativización de la economía y los grandes consorcios”. Así, poco a poco, el efecto natural del aumento de la descomposición social, actividades ílicitas e improductivas como el narcotráfico, la prostitución, el desempleo y la solución de último recurso del ambulantaje para el que no tiene trabajo, es visto como algo espontáneo, éstos “cambios estructurales que ocurren porque es necesario que así ocurra” pero se niega su conexión con las decisiones de pago de deuda y de falta de crédito productivo.

Aún más los economistas oficialistas del neoliberalismo y el ultramonetarismo, afirman que el único problema es la “inflación”. Lo cual es una ficción epistemológica que podemos referir no sólo una incompetencia técnica, sino al indiferentismo moral al que hacía referencia. Es decir, para los economistas dogmáticos del neoliberalismo, una alteración en la balanza de pagos es algo inaceptable. Por lo tanto teniendo como fundamento “la estabilidad” en el pago “a tiempo”, lo queda es mantener las variables macroeconómicas para que este pago se mantenga constante Por ejemplo en el debate de la inflación para ellos, es absurdo introducir una discusión sobre la distorsión en los precios nominales que las burbujas de deuda causan en la adquisición de productos finales (desde los llamados “sobre-precios” hasta “nuevos impuestos”), porque simplemente, los pagos de deuda son una realidad incuestionable. Entonces, ignorando el principal causante de inflación, las burbujas de deuda, prosiguen a poner en la lista de variables a controlar supuestamente la inflación, con el sólo propósito de usar la existencia de una inflación permanente a secar la economía, a mantener el flujo monetario en lo mínimo posible, para que la mayor cantidad de divisas esté siempre disponible para mantener los flujos monetarios a cualquier requerimiento de pago de deuda dentro de un sistema permanentemente inestable, basado en fomentar la especulación financiera y las utilidades alejadas de los procesos productivos que elaboran riqueza física neta (bienestar), puesto que la causa principal de la inflación que son las burbujas de deuda, no son atacadas, ni tocadas en lo mínimo. De ahí que puedo afirmar sin controversias que el actual diferendo entre Agustín Carstens y Guillermo Ortiz, acerca del aumento de las tasas de interés no tiene una diferencia notoria en lo fundamental: ambos están de acuerdo en la tensión de la cuerda y en que a la población se le tiene que ahorcar, la diferencia sólo radica en el momento en que cada uno considera que el ahorcamiento se le tiene que hacer a la economía.
No hay ninguna soberanía posible del pueblo, si tampoco se recupera la soberanía crediticia, es decir el poder soberano de un gobierno democrático electo por el voto ciudadano, y no uno a beneficio de una minoría oligárquica, de incentivar la economía dirigiendo crédito hacia el sector productivo para la creación de mejores condiciones de bienestar.
En todo caso, el arma más notoria contra los esbirros de FMI como Agustín Carstens, es hablar sobre la eliminación de una autonomía del banco central cuya única utilidad práctica es mantener la “estabilidad” de los pagos de deuda al sistema de banca privada y que no tiene en realidad ninguna relación con los beneficios de la nación.

Entonces hasta que decidamos recuperar nuestra soberanía como individuos y como nación, nos tendremos que preguntar, ¿quién posee el valor en nuestra República?

Me atrevería a decir que el anterior asunto es más decisivo y tiene mayor impacto en la vida de las generaciones futuras de inmediato, que hablar de temas de materia sexual con los hijos.

De aquí al 2009, por lo menos, tenemos el desafío de sacar a todos los neoliberales del Congreso. Quien en la palabra está con el pueblo y en los hechos lo traiciona, no puede esperar que el ciudadano consciente, libre y organizado esté con él.

RESISTENCIA, ORGANIZACIÓN Y TRABAJO, FONDO MONETARIO AL CARAJO.

Juan José Mena Carrizales.
* Delegado de la Convención Nacional Democrática, como millones de mexicanos. Presenta su punto de vista aquí para su análisis y ulterior discusión. Todo lo expresados es su absoluta responsabilidad, las organizaciones con las cuales participa están en plena libertad de compartir, o no, su perspectiva.

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