Artículo publicado en La Jornada Jalisco, el domingo 17 de febrero de 2008
Tragicomedia jalisciense
Jorge Gómez Naredo
Acto primero
Un niño cae al río Santiago. Un río contaminado. Un río que transporta en sus aguas metales pesados, desperdicios, bazofia, todo fétido y todo peligroso. Un río asesino. La caída es letal: la herida, certera. Pronto enferma. Pronto pierde el conocimiento. Pronto muere. Las autoridades panistas, encabezadas por Emilio González Márquez, primero ocultan. Encubren porque no quieren que se sepa su incapacidad, su irresponsabilidad ante la falta de saneamiento de las aguas, su pedazo de delito. Después culpan: el niño Miguel Ángel López Rocha falleció no por la ineficacia de un gobierno que desvía recursos para eventos superfluos y telenovelas, que no hace lo que se supone debería hacer. La culpa es de todos, de cada uno de los jaliscienses. Todo somos delincuentes, todos somos asesinos, todos somos, si seguimos este libreto, criminales impunes.
El asesino: un río. El responsable: un pueblo. ¿Y las autoridades, dónde están? ¿La policía irá rauda y veloz, con sus toletes, sus escudos, sus cascos, sus gases lacrimógenos y su prepotencia de siempre a detener al río?, ¿lo arraigará? ¿Todos los jaliscienses debemos entregarnos, esperar sentencia, cumplir condena? ¿Y la autoridad, dónde está?
González Márquez incrimina al pasado y al presente. Reparte culpas: al sistema político (por el cual él fue elegido), a la historia, a Nuño Beltrán de Guzmán, a fray Antonio Alcalde, a Agustín Yánez, a quienes fundaron y forjaron esta ciudad, este Estado. Todos tienen sus responsabilidades. Y él…, él solamente es el encargado de repartirlas.
Muere el niño Miguel Ángel López Rocha y la respuesta del gobierno encabezado por González Márquez se reduce a discursos cínicos e hipócritas. Palabras vacuas. Golpes de pecho, arengas, voces en alto que dicen poco, que dicen nada.
Acto segundo
El Zapopan de Juan Sánchez Aldana: un municipio lleno de contradicciones; de riqueza y pobreza; de autos lujosos y viajes al extranjero conviviendo con hambre e iniquidad económica. Sindicatos del Ayuntamiento piden aumento de salario, exigen más monedas, más oportunidades. Esperan algo, no mucho, no demasiado, simplemente algo: 8% de aumento salarial.
Juan Sánchez Aldana incrementó su estipendio en más del 60%. No solamente él: la élite que “gobierna” el municipio también. Dicen algunos medios de comunicación que fue ilegal, que no fue ético, que se les fue la mano. Pero los funcionarios defienden el incremento: tienen que vivir “dignamente”. Y “dignamente” significa abundancia.
Los trabajadores de Zapopan también defienden. También luchan. También quieren su jirón de dignidad. Pero para ellos el pelear es ilegal, es estar fuera de las normas, de lo correcto, de lo ético. Un día se cansan de la indiferencia y salen a buscar su pedazo de dignidad. Y encuentran macanas y golpes, escudos y energúmenos que los desalojan de las calles.
Juan Sánchez Aldana denuncia, amedrenta, acorrala. Vocifera que quienes impidan la prestación de servicios serán maniatados. Amenaza: “los abogados del municipio están trabajando” y elaboran ya denuncias. Sánchez Aldana justifica: “los empresarios de todo el país acordaron otorgar sólo 4 % de aumento a los trabajadores”. Y los de Zapopan piden 8: ahí está el grave delito. Sánchez Aldana no se ha dado cuenta, no quiero darse cuenta, que él no es empresario: él es funcionario público, y Zapopan no es IBM, no es BIMBO, no es TELMEX.
Acto tercero
Las tontas no van al cielo: Jalisco en cadena nacional (gracias, claro está, a la “sagacidad” de González Márquez). Los protagonistas: Jaime Camil, “un cirujano plástico de gran renombre. Atractivo, agradable y simpático”; Jacqueline Bracamontes, egresada de literatura que escribe en una revista del corazón una columna titulada “Las estúpidas no van al cielo”. Ambos se enamoran, se ríen, comparten el dolor y la felicidad. Una telenovela, según la propia página del culebrón, “de vanguardia”. Jalisco aparece en la tele: Guadalajara y Tlaquepaque, charros que son meseros, meseros que son tontos, tontos que son escritores y una bailarina “insensible, inmoral y calculadora”.
La tragicomedia
Mientras un niño muere por la ineficacia de las autoridades y un alcalde cínico dice no a un aumento justo en el salario de los trabajadores, en la televisión, en cadena nacional, Jalisco aparece en una telenovela absurda y tonta como el lugar adecuado para hacer negocios, para vivir, para visitar. Una tragicomedia, sin duda: González Márquez y la televisión ponen lo cómico, y la realidad, lo trágico.
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