Luis Villoro
1. Decir no a la dominación por el otro es el inicio de una actitud de resistencia. Pero decir no no es fácil. Supone valentía y sacrificio del interés personal. Actuar en consecuencia ha dado lugar, en la historia, a los mayores movimientos colectivos. Gandhi dijo no a la dominación inglesa en India; Luther King actuó negando la segregación racial en Estados Unidos, y Mandela, en Sudáfrica, logró fundar una nueva nación al negarse a aceptar el apartheid. Todo valor superior exige, para empezar a realizarse colectivamente, la valentía de decir no a una situación opresiva.
2. Decir no a la dominación ha sido el inicio de todo movimiento de cambio en la sociedad. Pero ese inicio no implica necesariamente un movimiento revolucionario. Toda revolución, en la práctica, implica actuar en pos del ideal de una sociedad futura mejor. Pero nos dice la historia de las revoluciones al querer la sociedad ideal, ha provocado, en cambio, su contrario: una sociedad en que campea una nueva dominación. Toda revolución es una acción colectiva de violencia radical, sin perdón para los perdedores. Y la violencia engendra, en la sociedad, la necesidad de una nueva dominación contra los vencidos. Tal pasó en la revolución francesa con Robespierre, en la rusa con Stalin, en la china con Mao, en la mexicana, posteriormente, con Díaz Ordaz.
¿Cómo salir de ese círculo vicioso de violencia que engendra más violencia? Sólo hay una manera: la resistencia no violenta. Es lo que comprendieron Gandhi, Luther King y Mandela. Pero la resistencia no violenta requiere de una gran organización. Todo movimiento de cambio radical no puede ser solamente una chispa que encienda la hoguera. Exige un movimiento organizado en la sociedad que inicie un camino de transformación permanente.
3. ¿Y en México? Desde hace mucho tiempo vivimos en una sociedad dividida. Las últimas elecciones dieron lugar a un fraude, aún por aclarar cabalmente. Pero el fraude fue sólo un signo puntual de la indignación por la injusticia a que está sometida gran parte de la población. Es esta indignación general la que plantea un trágico dilema: ¿encender la chispa que conduzca a una nueva revolución o seguir un camino no violento que busque una transformación real? La indignación ante el fraude no hizo más que hacer patente la situación de injusticia en que vivimos desde hace mucho.
Rebelarse contra el fraude no es suficiente. Es urgente mantener una sólida oposición permanente; para ello es indispensable la organización de la sociedad en rebeldía. Ese es el ejemplo que nos dieron, en su tiempo, Gandhi, Luther King y Mandela. Pero ellos fueron una muestra de oposición organizada porque supieron vencer la vanidad personal de querer ser caudillos para ser representantes de una voluntad común.
Un movimiento de oposición contra la injusticia tiene que estar imbuido de un valor moral. Tiene que mantenerse la coherencia, evitar toda corrupción que se someta a intereses particulares. Una oposición organizada podría ser plural, de modo de coordinar actitudes y movimientos distintos, pero todos convergentes en la aceptación de un fin común.
4. Hoy, en México, tenemos ejemplos claros de lo que puede ser una oposición organizada y plural, que puede coordinarse en un propósito superior, respetando las diferencias. Casos patentes son la otra campaña zapatista, el movimiento de la APPO en Oaxaca y la convención nacional democrática. La ocasión que encienda la chispa puede ser actualmente el rechazo a la represión en Oaxaca. Esto podría ser lo que inicie la transformación a escala nacional.
Pero para ello habría que superar la tentación del caudillismo. Un movimiento de transformación nacional no puede hacerse en torno a ningún caudillo, hasta ahora tanto Marcos como López Obrador han resistido a esa tentación. Pero uno y otro son conscientes, esperamos, de que su fuerza sólo puede provenir de una comunidad organizada. En el ámbito nacional no podría surgir de los partidos políticos, sino de un amplio movimiento de ciudadanos que los rebase.
Sólo al decir no y actuar en consecuencia podemos hacer camino hacia una oposición plural y organizada.
1. Decir no a la dominación por el otro es el inicio de una actitud de resistencia. Pero decir no no es fácil. Supone valentía y sacrificio del interés personal. Actuar en consecuencia ha dado lugar, en la historia, a los mayores movimientos colectivos. Gandhi dijo no a la dominación inglesa en India; Luther King actuó negando la segregación racial en Estados Unidos, y Mandela, en Sudáfrica, logró fundar una nueva nación al negarse a aceptar el apartheid. Todo valor superior exige, para empezar a realizarse colectivamente, la valentía de decir no a una situación opresiva.
2. Decir no a la dominación ha sido el inicio de todo movimiento de cambio en la sociedad. Pero ese inicio no implica necesariamente un movimiento revolucionario. Toda revolución, en la práctica, implica actuar en pos del ideal de una sociedad futura mejor. Pero nos dice la historia de las revoluciones al querer la sociedad ideal, ha provocado, en cambio, su contrario: una sociedad en que campea una nueva dominación. Toda revolución es una acción colectiva de violencia radical, sin perdón para los perdedores. Y la violencia engendra, en la sociedad, la necesidad de una nueva dominación contra los vencidos. Tal pasó en la revolución francesa con Robespierre, en la rusa con Stalin, en la china con Mao, en la mexicana, posteriormente, con Díaz Ordaz.
¿Cómo salir de ese círculo vicioso de violencia que engendra más violencia? Sólo hay una manera: la resistencia no violenta. Es lo que comprendieron Gandhi, Luther King y Mandela. Pero la resistencia no violenta requiere de una gran organización. Todo movimiento de cambio radical no puede ser solamente una chispa que encienda la hoguera. Exige un movimiento organizado en la sociedad que inicie un camino de transformación permanente.
3. ¿Y en México? Desde hace mucho tiempo vivimos en una sociedad dividida. Las últimas elecciones dieron lugar a un fraude, aún por aclarar cabalmente. Pero el fraude fue sólo un signo puntual de la indignación por la injusticia a que está sometida gran parte de la población. Es esta indignación general la que plantea un trágico dilema: ¿encender la chispa que conduzca a una nueva revolución o seguir un camino no violento que busque una transformación real? La indignación ante el fraude no hizo más que hacer patente la situación de injusticia en que vivimos desde hace mucho.
Rebelarse contra el fraude no es suficiente. Es urgente mantener una sólida oposición permanente; para ello es indispensable la organización de la sociedad en rebeldía. Ese es el ejemplo que nos dieron, en su tiempo, Gandhi, Luther King y Mandela. Pero ellos fueron una muestra de oposición organizada porque supieron vencer la vanidad personal de querer ser caudillos para ser representantes de una voluntad común.
Un movimiento de oposición contra la injusticia tiene que estar imbuido de un valor moral. Tiene que mantenerse la coherencia, evitar toda corrupción que se someta a intereses particulares. Una oposición organizada podría ser plural, de modo de coordinar actitudes y movimientos distintos, pero todos convergentes en la aceptación de un fin común.
4. Hoy, en México, tenemos ejemplos claros de lo que puede ser una oposición organizada y plural, que puede coordinarse en un propósito superior, respetando las diferencias. Casos patentes son la otra campaña zapatista, el movimiento de la APPO en Oaxaca y la convención nacional democrática. La ocasión que encienda la chispa puede ser actualmente el rechazo a la represión en Oaxaca. Esto podría ser lo que inicie la transformación a escala nacional.
Pero para ello habría que superar la tentación del caudillismo. Un movimiento de transformación nacional no puede hacerse en torno a ningún caudillo, hasta ahora tanto Marcos como López Obrador han resistido a esa tentación. Pero uno y otro son conscientes, esperamos, de que su fuerza sólo puede provenir de una comunidad organizada. En el ámbito nacional no podría surgir de los partidos políticos, sino de un amplio movimiento de ciudadanos que los rebase.
Sólo al decir no y actuar en consecuencia podemos hacer camino hacia una oposición plural y organizada.
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